Tengo un vecino que es un ecologista militante. Ayer me
encontré con él en el ascensor y aprovechó el trayecto de veinte pisos para informarme
sobre su último gran descubrimiento. Por fin había encontrado un césped
artificial tan parecido al natural que lo único que lo diferenciaba era que ni
crecía, ni se secaba. Fueron veinte pisos oyendo las muchas cualidades y
beneficios presenta el césped artificial.
Cuando salimos del ascensor me preguntó si ya tenía “bici”, con la intención de
dejarme por terrorista ecológico delante de todos los vecinos que se
encontraban en el zaguán, que eran muchos por ser hora punta. Le dije que no, y
entonces me lanzó su frase estrella: “hay que cuidar la naturaleza, amigo”. Nadie
le aplaudió, pero algunos me miraron como a un bicho raro. La verdad es que no
somos amigos, sólo somos vecinos.
No sé por qué, me acordé de mi amigo el animalista, que cree
que ser animalista consiste en tener una pitón en casa. Un día coincidimos en
el parque, no, no estaba paseando su querida pitón, paseaba con su mujer que
nada tiene que temer a la pitón. Y como aprovecha cualquier ocasión para hacer
campaña, me hizo un alegato en defensa de las abejas, por tercera o cuarta vez.
No había acabado, pero yo aproveché una breve pausa y le dije: yo soy tan
animalista, que cuando tengo una infección de garganta no tomo medicamentos,
dejo que la infección siga su curso natural. Jamás formaré parte de un
asesinato masivo de virus o bacterias. Enarco las cejas un momento y me
pregunto: ¿Cómo terminó el R. Madrid-Betis? Como siempre, ganamos.
Desde entonces, cuando nos vemos, sólo hablamos de virus y
bacterias…, de política.
¡Cómo me recuerda Nueva York a España!, ¡cómo nos parecemos!
A mis amigos neoyorquinos, para que comprendan lo demócratas
que somos los españoles, les digo: España es tan demócrata que hasta tenemos a
un Rufián en el Parlamento.
May ya tiene su camiseta del Betis, y la pasea orgullosa por
Central Park. Ahora lee con pasión a Antonio Machado y dice que fue un gran
bético. Así es May.
Ayllón.