En España muchos españoles estamos pendientes de la supresión de la prisión permanente revisable, solicitada por el PNV y que hoy va a ser debatida en el Parlamento. Es curioso que sea el PNV el que pida su derogación. Yo creo que es por su piedad cristiana y por su alto sentido de la igualdad y la fraternidad. Pero, especialmente por solidaridad.
Yo, que no me fío de las encuestas, me he bajado al bar de la esquina para ver qué opinan mis vecinos y aquí estoy desayunando en la barra. El bar está con el aforo casi completo. En todas las mesas se consumen desayunos y encendidos debates sobre la prisión permanente. En la tele podemos seguir el debate que se está produciendo en el Congreso.
Todo el mundo opina. En el ambiente se respira apoyo a la prisión permanente revisable. Ahora que se ha producido un breve silencio voy a lanzar al público mi idea.
-Yo creo que la prisión permanente revisable debe ser derogada. La mayoría me mira con caras muy expresivas, miradas hoscas que me dicen: ¡Cállate gilipollas!
Un habitual de la barra, conocido mío por una amistosa discusión que tuvimos una tarde viendo un partido de fútbol, me mira sin mirarme y dice:
-Querido amigo (una pausa), ¿quién te ha preguntado?
Está claro que no le caigo bien.
-Nadie. He hecho uso de la libertad de expresión. Contesto.
-¿A ti te gustaría tener de vecino a un asesino en serie, a un etarra, o a un violador?
-No. A mí me gustaría que fuese derogada y cuando un delincuente al que se le debería aplicar salga de prisión, se convierta en vecino de uno de esos diputados que la quieren anular.
-¡Ah!, eso es otra cosa. Así, que la deroguen.
-Gracias, Manolo. Me alegro de que por una vez estemos de acuerdo.
Paco está apoyado en la máquina de tabaco y mira a la tele y a los contertulios de la mesa más próxima. Aparece Pablo Iglesias en la pantalla, y grita:
-Referéndum, ostias, referéndum, Pablito. Déjate de tonterías que no te voto más.
Luciano que acaba de salir del aseo le contesta -¡Cállate catalanista de los cojones!
Juanjo está al final de la barra -No seáis inocentes porque a los políticos les importamos un pimiento.
Don Raimundo desde el otro extremo de la barra, muy serio sentencia -El chaval tiene razón, los políticos deberían ser menos guay y menos gilipollas, ¡coño!
Se levanta Tomás, que seguramente se va al ambulatorio, pero nos deja su opinión:
-No será disuasorio porque siempre tendremos hijos de puta en la calle que no sabremos que lo son.
Pero que los que sabemos que lo son los soltemos, ¡tiene cojones!
Murmullos de aprobación entre los parroquianos y algunos gritos:
¡Tomás diputado! ¡Tomás diputado!
Mañana regreso a Nueva York.
¡Cómo voy a echar de menos el bar de la esquina!
AYLLÓN.
Me encanta el bar de la esquina de tu calle, José, o más bien las tertulias que allí se organizan. Se nota que los parroquianos son gente implicada y con opinión. Lo mismo si alguna vez los políticos escucharan a la gente de a pie que desayuna en los bares y ve la tele, harían algo como dios manda...
ResponderEliminarEs un gusto verte por aquí de nuevo. ¡Re-bienvenido!
Un beso y feliz estreno de la primavera.
Es una alegría estar de nuevo entre amigos y amigas para ser correcto. Hasta septiembre seré como el Guadiana, apareceré y desapareceré. Pero buscaré ratos o ratitos para mis amigos.
ResponderEliminarNuestros políticos cuando juran o prometen la Constitución, en realidad lo que juran es que no darán una a derechas.
Un beso amiga mía.