Juanma dejó su móvil sobre la mesa.
-Buenos días, dijo mientras tomaba asiento.
Y después de las preguntas habituales, tales como ¿Cómo va el trabajo?
¿Y la familia, cómo está?
Juanma entró en harina.
-Bueno, tú crees que puede haber un azucarillo en la cesta
que no tenga nada que ver con la política, que no podamos relacionarlo… tú ya
me entiendes.
-Te entiendo, te entiendo. Le dije yo.
En ese momento, el camarero entra en escena: Buenos días,
señores. Aquí tienen lo de casi siempre. Dejó nuestros cafés y la cestita sobre
la mesa, y se fue.
-Ahí está la cesta. Dijo con una amplia sonrisa.
Alargué la mano y cogí dos azucarillos y los dejé en la mesa.
-Coge el que quieras y lee. Le dije.
Juanma cogió el más cercano a él, y poniéndose de pie, como si
fuera a dirigirse al Parlamento, leyó:
“Nada tan peligroso como
un buen consejo, acompañado de un mal ejemplo.”
Pensé decirle aquello de que a los hijos como mejor se les
educa es con el ejemplo. Que la frase hacía referencia a la educación. Pero, ¿para qué? La sonrisa de triunfo en
Juanma me indicaba que lo mejor era aceptar con dignidad la derrota, por lo
menos hoy. Guarde silencio.
-José, querido amigo, voy a ser breve. Eso es lo que hacen
nuestros políticos: buenos consejos y mal ejemplo. Y como dices tú, no todos, la mayoría, porque España es
democrática.
Echó el azúcar en mi café, le dio vueltas a la cucharilla y
me dijo:
-Tomate el café y hablemos de la Selección.
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