El camarero dejó los dos cafés sobre la mesa. Juanma cogió su
azucarillo y el mío y colocándose uno en cada mano, las cerró. Y como si de
adivinar en qué mano se esconde la moneda…
-Elige, dijo.
Elegí la izquierda. Abrió la mano y leyó en voz alta:
Aunque el
pueblo dice querer buenos legisladores, vota en realidad a políticos hábiles.
-¡”Coño”, menuda mentira!,
dijo.
-¿Por qué?, le pregunté,
mientras observa al camarero que nos miraba sorprendido; quizás por el tono que
Juanma empleó, más que por sus palabras.
-¿Me quieres decir que
el pueblo cuando vota busca elegir a buenos legisladores?
Vamos, eso no se lo cree
nadie. Este azucarillo se ha pasado. Yo no conozco a nadie que se plantee
cuando va a votar, quién es el mejor legislador.
-¿Entonces, en qué nos
fijamos para elegir?
-En nada José, en nada… Nuestros
políticos no son hábiles, son charlatanes. Ni buenos legisladores, ni “ná”. Son vendedores de promesas que ni van a
cumplir, ni jamás pensaron cumplirlas.
-Entonces, ¿La culpa no
será de…?
Me interrumpió, sentenciando.
-Los políticos son como
mínimo hipócritas, no hábiles. Y tiró la
bolita de papel en la que se había convertido el azucarillo a la papelera.
-Entonces Juanma, estás
de acuerdo con el azucarillo, ¿No crees?...
Los políticos parlamentarios abogan y defienden el cretinismo parlamentario, esto es, ocupar cargos, prebendas y privilegios con intereses exclusivamente electoralistas, aun a costa de dilapidar los recursos y condiciones de vida de la ciudadanía. Estamos de acuerdo con el azucarillo, José. Una sentencia firme a la hora del café, pero verdadera. Aunque la gente también puede hacer que cambien las cosas y no solo con el voto, afortunadamente.
ResponderEliminarMe ha encantado el punto de vista, excelente entrada. Lo comparto.
Un beso
Para cualquier cargo público es necesario superar una oposición; para dedicarse a la política debería de ser necesario pasar por "la máquina de la verdad". Bueno, mejor que no pasen, nos cansaríamos de llorar.
EliminarUn beso para ti.